En el caso de La Voz, particularmente en las instancias finales, la participación de la audiencia se vuelve el eje central del programa. Durante las etapas iniciales, los coaches son quienes deciden quiénes continúan, pero cuando el certamen se acerca a la final, se abre el voto al público.
De esta forma, la audiencia adquiere un rol protagónico, porque son las personas que eligen al ganador. Ya no es solo un programa de talentos, sino un espectáculo que depende del vínculo emocional que los espectadores generan con los concursantes. Por ejemplo, muchos fans hacen campañas en redes sociales para votar a su favorito, comparten videos de sus presentaciones y hasta organizan grupos de apoyo.
Esto demuestra que la vigencia del programa no está únicamente en la calidad vocal de los participantes, sino en la capacidad de movilizar comunidades de fans que interactúan, debaten y se comprometen con el resultado. El público siente que su voto tiene un impacto real, y eso genera fidelidad con el formato.