Un ejemplo claro es Gran Hermano.
El programa depende totalmente del público, en el mismo, la gente vota quién se queda, quién se va. No es solo mirar lo que pasa en la casa, sino participar activamente. La producción también se apoya en eso, leyendo comentarios o mostrando lo que se dice afuera. En definitiva, el éxito del reality está en que el público no es espectador pasivo, sino protagonista.