El mito del nacimiento de Atenas

El mito del nacimiento de Atenas

de ROJAS BIMA MARIA SOL DEL VALLE -
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El mito del nacimiento de Atenas

Hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y los dioses del Olimpo gobernaban todo, surgió una ciudad en la región del Ática. Era un lugar hermoso, con colinas, mar y buena tierra. Pero había un problema: todavía no tenía un dios o diosa que la protegiera, y eso era importante.

Dos grandes dioses se ofrecieron para ser sus guardianes: Poseidón, dios del mar, fuerte y temperamental, y Atenea, diosa de la sabiduría y la estrategia. Zeus, para no tener que decidir él solo, propuso una competencia: cada uno debía ofrecer un regalo a la ciudad, y los ciudadanos elegirían el mejor.

Primero fue Poseidón. Golpeó el suelo con su tridente y de ahí brotó una fuente de agua salada (algunas versiones dicen que apareció un caballo). Era un símbolo de poder, del mar, de fuerza y guerra.

Luego vino Atenea. Ella plantó un olivo. Un árbol simple, pero muy valioso: daba aceitunas, madera, aceite. Representaba la paz, la vida, el conocimiento y el crecimiento.

Los ciudadanos, guiados por su rey Cécrope, pensaron bien y eligieron el regalo de Atenea. Así que la ciudad fue nombrada Atenas, en su honor. Desde entonces, ella fue su protectora.

Y lo más lindo es el mensaje detrás del mito: la gente de Atenas eligió la sabiduría antes que la guerra, el progreso antes que la fuerza bruta. Por eso, Atenas se convirtió en el símbolo de la filosofía, el arte, la democracia y el pensamiento. Su historia empieza con una elección: pensar antes que pelear.


Interpretación filosófica 

Atenas eligió el regalo de Atenea, el olivo, en vez del de Poseidón, que era más impresionante a primera vista. ¿Y por qué? Porque no eligieron poder ni conquista. Eligieron algo útil, duradero, que les traía paz, alimento y progreso. O sea, eligieron la sabiduría y la civilización por encima de la fuerza y la guerra.

Eso refleja algo muy profundo de la cultura griega, la idea de que el verdadero poder no está en la violencia, sino en la inteligencia, en la razón, en la capacidad de construir. La ciudad que después sería cuna de la democracia y la filosofía empezó su historia haciendo justamente eso: pensando antes de actuar.